domingo, 6 de junio de 2010


Hace algún tiempo que me cuesta escribir. Escribo mucho cuando estoy deprimida. Luego lo releo y me parece todo horrible. Tengo la suerte, o más bien la desdicha, de que no me lee nadie.
Ultimamente, como decía, no escribo. Eso quizás quiera decir que la tristeza me ha abandonado por un brevísimo instante. Estoy tranquila, sé que volverá: nos llevamos de maravilla. Regresará cuando vuelva a Madrid. Con mi ciudad favorita vendrán a mí cientos de preocupaciones. La más importante de todas me persigue. Él sigue pensando que yo soy invisible, y sigue tirandose a una mujer que es en sí una demostración empírica de la no existencia de Dios. Un ente superior no habría creado un ser tan insulso y aburrido. No encuentro una palabra en castellano, inglés, portugués, francés o italiano que describa de forma perfecta lo absurda que es. Quizás deba plantearme aprender Inuktitut: los esquimales tienen miles de palabras para hablar de la nieve, quizá ellos tengan el término justo que refleje mi odio.

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